sábado, 6 de mayo de 2023

El bote de mami 4

 El bote 4

_Mami, tengo un bote que me gustaría enseñarte. Le cambia el color, según le da la luz. Casi es un reloj. De noche, en la oscuridad advierto su presencia por un ligero resplandor blanquecino, como el de esas luces que teníamos a lo largo del pasillo de casa. 

_Luces. 

_¿Repites o sabes de lo que te estoy hablando?

Con su mutismo la abuela con la mirada perdida en un punto incierto no respondía.

Aquellas luces se activaban de noche, para que no tuviera miedo a la oscuridad y fuera al aseo si era necesario.

Emma no lo recordaría, pero esos terrores nocturnos provenían de pesadillas, desde que su hermana les había presentado al extraño.

Seguía siendo un extraño. Por mucho que el resto se empeñara en hacerlo parte de la familia. Ella nunca lo reconocería. Intuía peligro. Le temía.

Ese rechazo se extendió a su sobrino.

Cuando se lo presentaron recién nacido gritó y lloró. 

Pensaron que su condición le hacía rechazarlo. 

_Miedo.

_¿Qué dices, mami?

Esa era la razón. Su miedo. Pensó en la barriga de Lara reventada y sangrando. No se calmó. Las sábanas azuladas no le dejaban ver su cuerpo. Tras su sonrisa forzada unos ojos hundidos le taladraban. 

_Ven, cógelo.

_¡Nooo…!

Nunca lo tocó. Lo evitó. Cuando estaban de visita, ella se encerraba en su habitación.

Para comer, en las ocasiones en que se juntaban, se sentaba entre su hermano y su abuela, con la vista baja mirando su plato, evitando cruzar la mínima mirada. Si le hablaban, gruñía. Apenas probaba bocado. Se retiraba sin decir nada. No salía hasta estar segura de que hubieran marchado.

_Ya ves hija. No puedes dejarlo. Ya nos gustaría, pero a Emma no hay quien la cambie. Dice de tu marido y tu hijo que son extraños, que no duerme si sabe que andan por casa. Para nosotras es importante que haya paz, no queremos que se arañe la cara ni se corte el pelo, como hizo aquel día en que os quedasteis a dormir en casa. Nos han dicho que nunca se convencerá ni cambiará. Es una fobia de la que desconocen el origen, y no vamos a darle somníferos por esto, cuando normalmente está equilibrada.

Emma escuchaba. Entendía que exagerando había conseguido que nunca más se quedaran. No era tonta. Sabía cómo evitarlos, pero ahora las cosas se complicaban. Temía no entenderse con Ona, la chica que le presentaron. Convivir con ella era un reto, pero era la única salida posible. No quería tener que renunciar a vivir en su apartamento. No podría soportarlo.

Emma era capaz de moverse en la ciudad. No necesitaba que nadie la acompañara para ir a los sitios o para comprar. No tenía amigos, ni amigas, porque no le gustaba jugar su juego, el de imitar los comportamientos aprendidos de los demás. Ella quería ser individual. Se sentía única y especial. Su madre y abuela habían hecho que ella se sintiera capaz. Nunca le ayudaban si ella no lo pedía. Desde bien pequeña, cuando iba a los primeros cursos superaba a la mayoría en atar los cordones de sus zapatillas y abotonarse la bata. Siempre había estado en la escolaridad normalizada. Consiguieron que no fuera a un centro especial. Para ello buscaron plaza en la escuela que le correspondía por proximidad. La tuvo. Buena era su abuela, que no admitía un no por respuesta.

_Donde no llega ella, llegamos nosotras.

Había oído siempre. Eso le daba confianza y aunque no consiguiera objetivos en aprendizaje estuvo bien integrada participando de la vida escolar. Era buena compañera, querida y apreciada. Llegó al final de su trayecto escolar con capacitación suficiente para resolverse en la vida diaria, terminando los cursos básicos con una adaptación curricular adaptada a sus necesidades.

Emma leía moviendo los labios, pero sin que se le oyera. Escribía mensajes con frases cortas. Su fobia no se conocía. Guardaba sus secretos. Evitaba hacer aquello que pudiera hacer pensar a los demás que era distinta.

Intentaron, después de que terminara la escolaridad obligatoria, llevarla a talleres de aprendizaje con personas que no podían continuar estudios. Allí conoció a aquellos que podían considerar similares, pero no los aceptó. No quería responder a un cliché. Ella era Emma y tenía a su mami y su mamá. No los quería en su vida. No los necesitaba.

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