domingo, 7 de mayo de 2023

El bote de mami 5

 El bote 5

El bote de los deseos. Así lo voy a llamar. Me concentraré y lo apretaré con mis manos. No lo moveré de sitio. Conseguiré que cumpla lo que yo le pida. Probaré. Primero con algo simple.

Ona me preguntó. Dijo que es un tarro. Debe querer decir lo mismo. La próxima vez que le pregunte a mami usaré esa palabra.

Me dijo Ona que le resulta curioso ver cómo cambia de tonalidad.

Ona y yo nos hemos acostumbrado. No me molesta en casa. Ella va a lo suyo. Saluda y es amable. No se queda en el salón. Estudia y usa su ordenador en su habitación. Tiene el detalle de no cerrar su puerta. Me dijo que si no me molesta la tendrá abierta. Tampoco corre el seguro del aseo. Si se va a duchar me lo dice. Es ordenada. No deja nada por fregar. Yo soy más despreocupada. A veces salgo de casa sin recoger.

Tengo confianza en ella. Está y no molesta. A mí me gusta pasar el tiempo viendo la tele. Desde que está ella procuro no tenerla muy alta. Aunque no me ha dicho nada, pienso que le podría molestar. Ella escucha música cuando hace sus trabajos en el ordenador. No sé qué le gusta. Tengo curiosidad, pero no quiero ser entrometida. Yo escucho música cuando no hago otra cosa. Sobretodo cuando camino y voy a los sitios. Me gusta esa sensación de ver el mundo animado por lo que me gusta escuchar.

He empezado acariciando el bote, o tarro. Su tacto es cálido, si lo tocó con suavidad. Es frío si aprieto con fuerza, concentrando mis pensamientos. Hoy le he pedido que mami me escuche cuando le hablé de él.

Recuerdo que mami me hacía escribir un deseo y decía que lo iba a guardar en un sitio secreto para que se cumpliera. Si lo pudiera abrir escribiría ese deseo y lo guardaría dentro. La próxima vez le pediré que se deje abrir. Igual lo consigo.

Cuando dije tarro, mami me miró. Parece que he acertado. Fue algo fugaz. Cada día es más difícil. Las cuidadoras me dicen que no me desanime, que ese rato que pasamos juntas le hace mucho bien. A mí también.

Desde que Ona vive aquí no tengo miedo. Ya no pongo el palo de la fregona cruzado detrás de la puerta. Me acobardé con esas llamadas.

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